Noviembre 16, era sábado y llovía un montón, teníamos una cita en un auditorio al norte de la ciudad para ver a la maravillosa sicóloga chilena Pilar Sordo en vivo, su conferencia magistral “Exponencialmente Consciente”. Una vez en el teatro nos encontramos con alguna gente conocida, entre ellos con Alejandra, sobre quien trata este relato.

Pilar Sordo cautiva a su audiencia no solo por lo profundo de sus reflexiones, sino por la forma amena y familiar con la que relata las historias que va atando y uniendo para dejarnos interrogantes y enseñanzas. Algo que me cautivó de su exposición fue el acompañamiento permanente de imágenes cuidadosamente seleccionadas para ilustrar sus postulados.

El concepto de amor propio, creernos la persona más importante de nuestras vidas, para darle un significado más profundo a lo que conocemos como autoestima, tener capacidad de transformación, de vivir el duelo como la forma de dejar algo que pasó, un duelo no es solo el que conocemos por la partida de alguien, sino también por un pedazo de nosotros. El poder de transformarnos, lo que luego de la pandemia empezamos a acuñar como reinventarnos, pero con un propósito de vida, algo más profundo. Gozar y vivir la soledad como un regalo, no desde la tristeza de no estar con alguien, sino de la alegría de estar con uno mismo, con alguien que se quiere y se admira, no es pecado quererse y admirarse. Gratitud, dar gracias todos los días por lo que somos y lo que tenemos.

Termina la conferencia, y nos despedimos de algunos conocidos, entre ellos de Alejandra quien aprovechaba para tomarse una foto con Efren Martínez otra de esas eminencias que admiramos, experto en adicciones y salud mental, muchos de nuestros hijos, y nosotros como padres hemos escuchado sus conferencias.

Alejandra debe tener casi mi edad, (bordeamos los cincuenta) y hubiera podido ser la última vez que la vería. Afortunadamente no fue así.

Diciembre 16, arrancan las novenas, y viene a mi casa Catalina, gran amiga de Alejandra y nos cuenta esta historia. Días después de la conferencia, que Alejandra calificó como reveladora y energizante (de pronto no fueron sus exactas palabras) sufre un dolor fuerte, por fortuna llega al hospital que tocaba en el momento en que tocaba y fue operada de urgencias por los médicos que tocaban, historia corta: se salvó de milagro. Los médicos que la trataron no se explican como pudo contar con tanta suerte para haber sobrevivido.

Hoy en día Alejandra hace parte de aquellas personas que recibieron una segunda oportunidad. De aquellas personas que muy seguramente al haber escuchado el mensaje poderoso y energizante de alguien tan especial como Pilar Sordo, cargó de energía su cerebro, muy seguramente esta energía la ayudó en parte a luchar contra el mal que casi se la lleva.

Los hilos que unen la vida y la muerte son muy finos. Tratamos de entre tejerlos para construir una cuerda más fuerte, pero en cualquier momento la vida nos puede cambiar drásticamente. Qué alegría que en esta ocasión no fue así para Alejandra. Gracias Pilar y gracias Alejandra por transmitirnos lecciones y ejemplos que nos permiten tomar consciencia de algo tan importante: agradecer cada día por estar vivos, y no creer que necesariamente moriremos de viejos. Evadir hablar de la muerte no es bueno, tomar consciencia si lo es.